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La tórtola que miró desde su ventana el cineasta Eugenio Polgovsky

Actualizado: 12 ago 2022


La directora Mara Polgovsky, hermana del cineasta fallecido en 2017, estrena en México ‘Malitzin 17′, un documental editado de forma póstuma con material grabado por el realizador



Los hermanos Eugenio y Mara Polgovsky.


–¿Qué estás filmando? Puede darle miedo, puede ser que le vas a dar un pistolazo o algo así.

–Puede pensar eso por la cámara, ¿no? Pero la cámara no hace eso. ¿Qué hace la cámara?

–Filma.

–¿Y qué es filmar para ti?

Un padre y una hija graban desde la ventana de su departamento una tórtola que ha anidado entre la maraña de cables negros, donde la ciudad le ha dejado lugar. El pájaro no se mueve por nada mientras da calor al huevo que protege bajo cuerpo. El cineasta Eugenio Polgovsky lo enfoca durante ocho días; su hija Milena está con él mientras los dos conversan sobre el cine, la ciudad o el medio ambiente. Las ocho horas de video en bruto quedaron guardados entre discos de ocho, 10 o 12 terabytes de material. Fue Mara Polgovsky, hermana del realizador, quien lo descubrió tras la muerte del cineasta en 2017 y lo editó en el documental Malintzin 17, estrenado esta semana en México. “Eugenio llevó su propio interés por la paternidad hacia los temas que él ya venía trabajando”, cuenta Polgovsky.


La tórtola en 'Malintzin 17', de Mara y Eugenio Polgovsky.


Eugenio Polgovsky, como su hermana, tenía una adoración por los pájaros. En su casa de la infancia siempre hubo algún perico, varios canarios. La familia contaba, incluso, que un bisabuelo tenía tal obsesión por volar que construyó unas alas y se tiró desde lo alto de una iglesia. “Es muy difícil capturar un pájaro [con la cámara], es casi imposible. Y de pronto, enfrente de la casa de Eugenio, había un pájaro estacionado”, dice la cineasta (Ciudad de México, 38 años), que presentó la película en el Festival Internacional de Cine de la Universidad Nacional Autónoma de México (FICUNAM), donde recibió una mención especial en la competencia internacional. “Sabía que Eugenio lo había filmado y había estado fascinado por ese material, pero encontré muchas más capas”, agrega.

Explorando las grabaciones Mara Polgovsky descubrió, por ejemplo, la presencia de su sobrina, una niña de cinco años curiosa y crítica que hace preguntas difíciles. La niña le deja agua y comida al ave en la ventana, pero el pájaro permanece inmóvil. “Ese me parece que es un pájaro falso”, dice cuando su padre le pregunta por qué será que hizo el nido en los cables y no en los árboles. Abajo, la ciudad se mueve a su ritmo. Pasan los vendedores de chicharrón, dos amantes se despiden, un motor arranca. Una serie de personajes urbanos que se mueven durante una hora por la calle Malintzin de Coyoacán, al sur de México, donde vivía Eugenio Polgovsky. “La ciudad es donde no hay naturaleza”, observa la niña, ”bueno, un poquito sí”.


Milena, la hija de Eugenio Polgovsky, en un fotograma de 'Malintzin 17'.


Mara Polgovsky eligió Malintzin 17 como título para el documental porque es la dirección desde la que su hermano miró la ciudad, pero también en referencia a la Malinche, la intérprete indígena del conquistador Hernán Cortés. Como directora quiso ser “invisible” y actuar como una “traductora entre dos mundos, el de los muertos y el de los vivos”. “Como la parte física de alguien que está mandándome señales de otro lugar”, señala. Pero inevitablemente sus gestos aparecen.

“Me costó mucho trabajo situarme como directora frente un material filmado por otro”, explica. Aunque había trabajado como productora, coguionista y asistente de dirección en las películas dirigidas por su hermano, le preocupaba que el documental alcanzara “la dignidad” suficiente. “Era caminar detrás de los pasos de un gigante, él era brillante”, dice. “Empecé muy tímida y me terminé posicionando. Yo era una mujer rodeada de muchos hombres en el proceso de posproducción, muy talentosos, pero pues yo era la que les tenía que decir qué hacer”, explica. Una de sus decisiones como directora fue convertir a su hermano en personaje. “No sé si él lo hubiera hecho. Nunca se puso a él, nunca puso su voz ni su cuerpo”, explica.

Eugenio Polgovsky estrenó cuatro documentales en su carrera. El primero, Trópico de Cáncer (2004), inspiró la creación del festival de documentales Ambulante, creado por los actores Diego Luna y Gael García Bernal. El filme retrata a una familia que vende animales y plantas junto a la carretera en el desierto de San Luis Potosí. Después, hizo Los herederos (2008), sobre los niños trabajadores y campesinos de zonas rurales del país; Mitote (2012), que transcurre de forma caótica en el Zócalo de Ciudad de México entre aficionados eufóricos del fútbol, chamanes y electricistas en huelga de hambre, y Resurreción (2014), sobre la muerte del Río Santiago, en Guadalajara, y las enfermedades que causa la contaminación.

A diferencia de las anteriores películas, en las que Eugenio Polgovsky está muy cerca de los personajes, usualmente habitantes de zonas rurales y marginadas de México, en Malintzin 17 el director graba desde lejos y desde el interior de su propia casa.

–¿Qué cambió?

–No es un proyecto que necesariamente cambie la lógica de todo su cine. Pero Eugenio se convirtió en padre y eso lo hizo sentirse más vulnerable y a decir ‘okay, yo no quiero que me maten en una filmación’. La violencia en México empezaba a poner límites a cómo filmar ciertos temas.

La película resulta finalmente una historia sobre tres personajes –Eugenio, su hija Milena y la tórtola– que se cuidan entre sí. “Era muy fácil que todo fuera muy triste en la película, intenté alejarme de eso”, dice Mara Polgovsky. De su hermano, quiso “rescatar un cine muy poco manipulador, que te invita a observar desde la libertad, y su mirada pictórica y poética”. “Logramos un efecto muy realista, pero realmente detrás de ese realismo hay mucha construcción”, explica. En el material crudo, por ejemplo, la niña aparece solo durante dos días y fue necesario usar efectos especiales para hacerla “perdurar” en el filme. “La construcción, sin embargo, es más fidedigna de la relación entre ellos”, aclara. “Asociamos la ficción con la mentira, y más bien vivimos, luchamos, amamos por ficciones. ¿Qué más ficción que el amor?”.


Para leer el artículo original publicado en elpaís.com haga click aquí.

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