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Festival Internacional de Cine de Rotterdam 2022 ā€“ Tiger Competition

TRES TIGRES EN CASA Ante el aumento de casos de COVID-19 y las consecuentes restricciones sanitarias en los PaĆ­ses Bajos, la ediciĆ³n nĆŗmero 51 del Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR) fue realizada en formato online. AsĆ­, del 26 de enero al 6 de febrero, una selecciĆ³n de mĆ”s de 200 pelĆ­culas, incluyendo las categorĆ­as Tiger Competition, Big Screen Competition y Ammodo Tiger Shorts estuvo disponible tanto para el pĆŗblico como para la prensa internacional. De la competencia oficial, que celebra el espĆ­ritu aventurero e innovador de voces emergentes alrededor del mundo, tres tĆ­tulos ondulan desde las esferas mĆ”s Ć­ntimas e irradian por fuera de su entorno. A tres pelĆ­culas, tres nociones sobre un cine joven. I. Lo cotidiano es tambiĆ©n polĆ­tico. Dos generaciones (y media) confluyen en Silver Bird and Rainbow Fish, una crĆ³nica familiar situada en Ningdu, parte de la provincia de Jiangxi, durante los aƱos previos y posteriores a la RevoluciĆ³n Cultural en China. Los testimonios narrados por el abuelo y el padre del director recuerdan los tumultos familiares durante los aƱos ā€˜60 en una paĆ­s asediado por los cambios polĆ­ticos y sociales de la Ć©poca y que, inevitablemente, repercutieron en la vida del padre. Sobre fotografĆ­as en blanco y negro, tanto de archivo como de su familia, Lei Lei moldea figuras en plastilina que cobran vida sobre los cuadros estĆ”ticos.

Colores chillones como amarillo, rosa y celeste, se juxtaponen al gris de la textura de las fotografĆ­as analĆ³gicas. Los defectos de las imĆ”genes en contraste con esta combinaciĆ³n tonal un tanto psicodĆ©lica da forma a manipulaciones casi surrealistas; en esas frutas gigantes y los arcoiris marmolados de la masilla, Lei Lei habla desde la infancia, desde una niƱez ajena pero a la par entraƱable. El nivel de sĆ­ntesis de sus personajes, apenas diferenciados en el color y en algunos detalles de las formas, traza una distancia con sus referentes, pero a la par, en su inocencia, permite el enternecimiento. El retrato se aproxima a las personas mediante huellas que permite volcar las emociones sobre estos rostros casi estĆ”ticos. La tristeza de su padre es la tristeza de un padre, como asĆ­ tambiĆ©n el desconsuelo del hijo es la aflicciĆ³n de una generaciĆ³n. La relaciĆ³n de Lei Lei con la memoria histĆ³rica es del orden tĆ”ctil. Ɖl toca las fotos, toca los muƱecos, altera las proporciones de los escenarios. En los gestos parsimoniosos de sus manos que en el plano mismo mezclan, enrollan y esculpen la plastilina, se percibe un afecto hacia las figuras que va develando. De manera similar, advierte la violencia implĆ­cita en los procesos sociopolĆ­ticos al mezclar un puƱado rostros, cada uno Ćŗnico y singular en sus facciones, y convertirlos en una gran bola uniforme, oscura y fĆŗnebre, donde todo indicio de singularidad queda aplastado. Cuando la familia se separa, las distancias se zurcen con cartas y traslados interminables en bicicleta. Las palabras del abuelo y del padre narran dos versiones de un pasado, que a veces se contradicen, y otras se reafirman. Los murmullos esconden en su tono apaciguado el dolor del destierro, y en esos largos silencios subyace la imposibilidad de referirse a los traumas sino es con dibujos o con fĆ”bulas. Ante el hambre y la precariedad, la supervivencia familiar reposa sobre el anhelo del reencuentro, por momentos un deseo imposible. El interĆ©s de Lei recae sobre el entorno Ć­ntimo, donde sus personajes se vuelven pĆ”jaros o aves que sobrevuelan las esferas polĆ­ticas en un intento de subsistir a pesar de las complicaciones que los empujaban hacia un lado o hacia el otro. Entre el juego y la imaginaciĆ³n, los recuerdos viven. Respiran y suspiran. Lo personal es tambiĆ©n la herencia histĆ³rica, la carga de un pasado que se evoca para comprender el presente. II. Lo cotidiano es tambiĆ©n extraordinario. Desde el balcĆ³n de su departamento, y bajo la atenta mirada de su hija, un padre filma a una paloma. Sentado en un nido sobre el cableado del alumbrado pĆŗblico, el pĆ”jaro apenas se mueve. QuizĆ”s sea un robot, dice la niƱa. El padre rĆ­e, observa su rostro, sigue filmando el nido. Y lo hace por varios dĆ­as. Mientras su hija deja recipientes con agua y comida para el pĆ”jaro sobre el borde del balcĆ³n, sus intenciones parecieran mĆ”s obvias, la supervivencia y el cuidado del animal. Pero para el hombre detrĆ”s de la cĆ”mara, el acto de filmar responde a otras interrogantes, quizĆ”s la mĆ”s pequeƱa y la del brillo mĆ”s intenso: observar la belleza del presente. En Malintzin 17, el cuidado y el cariƱo se extienden en varios niveles. La paloma cuida al huevo, el padre cuida a la hija, y, desde la ventana, la cĆ”mara protege a la paloma. Las conversaciones entre padre e hija supone un juego de preguntas y respuestas donde ambos se sorprenden y desafĆ­an, pero tambiĆ©n es un espacio donde descubren algo del otro, sea la inocencia e imaginaciĆ³n en la fantasĆ­a de monstruos que habitan los Ć”rboles o la violencia de estar filmando y el posterior hartazgo de ser filmado sin saber por quĆ© ni para quĆ©. Por otro lado, el Ć”ngulo desde arriba permite observar la vida que sucede en la calle, como si nosotros mismos estuviĆ©ramos empollando. En la espera, los dĆ­as transcurren sin mayores alteraciones: las ardillas corretean entre un edificio y el otro, los vecinos pasean a sus perros, las personas se refugian de la lluvia. Las ansias de algo sorprendente es un engaƱo, y lo cotidiano recuerda su magia en las risas de los amantes que se encuentran bajo la luz nocturna, en las charlas de regreso a casa luego de un largo dĆ­a de trabajo.

Dentro del departamento, la mirada desciende a la altura de la niƱa. El afecto permite sus discusiones, asĆ­ como la libertad y la exploraciĆ³n se apropia de sus errores y de sus defectos. Lo imperfecto de esos movimientos bruscos que pierden el enfoque, la torpeza de los reclamos que a viva voz insisten no ser movidos del encuadre, y el desacierto en la selecciĆ³n de la lente apropiada palpitan con su encanto; la repeticiĆ³n y la confusiĆ³n es la materia de la pelĆ­cula, un cine desinteresado en comprobarse y afirmarse como tal sino que venera el sentido de presencia de uno en el mundo, a la par que mitiga lo frĆ”gil y finito que somos. Porque al fin y al cabo, es una persona la que filma, una persona que se distrae, que en su confusiĆ³n voltea a observar los aviones que por esas casualidades inexplicables estorban el momento que mĆ”s esperaba. A Eugenio Polgovsky, el que filma, nunca se lo ve. Es su hermana Mara la que escribe Malintzin 17, la que cuida de Ć©l e inmortaliza un momento, una calle, una vida. III. Lo cotidiano es tambiĆ©n inverosĆ­mil. En el mundo del derroche, que el exceso suponga la Ćŗltima salvaciĆ³n, es una afirmaciĆ³n irĆ³nica. En Villereau, una comuna al norte de Francia donde no hay estaciones de trenes, ni centros comerciales, ni salas de cine, los habitantes estĆ”n seguros de que la posibilidad de un ataque terrorista es una amenaza con la cual lidiar (o convivir). Bajo esta premisa, en un escenario desolado donde tampoco hay piscinas, ni farmacias ni peluquerĆ­as, asoma una directora. Ella es Morgane Dziurla-Petit, quien regresa a su pueblo natal con la intenciĆ³n de filmar a su familia y hacer un retrato de la vida campestre al interior del paĆ­s. Entre la ficciĆ³n y el documental, Excess Will Save Us se escurre de las categorizaciones, incluso de las temĆ”ticas y de sus personajes. Los entrevistados se presentan mirando a cĆ”mara, parados en el medio del cuadro como si fuera una prueba de casting o un retrato documental. Algunos son actores, otros no, y la osadĆ­a de esta ambigĆ¼edad induce el juego. Las preguntas iniciales se refieren a un supuesto atentado terrorista y el incongruente afĆ”n de sus tĆ­os y abuelos por comprobar dicha teorĆ­a. Sin embargo, el relato pronto se resbala hacia otros pequeƱos conflictos, las futuras elecciones de alcalde, un casamiento, el ataque de un perro rabioso, y la relaciĆ³n de la prima de la directora con un hombre marroquĆ­. La dispersiĆ³n abraza las repeticiones, asĆ­ como tambiĆ©n las equivocaciones y la torpeza de sus intĆ©rpretes, que de pronto no quieren ser filmados o que se confunden e ingresan a cuadro en momentos inoportunos. Incluso la propia directora saluda a cĆ”mara con timidez cuando alguien de su equipo le filma. Ficcionados o no, en estos errores que se cuelan en el montaje, entre los comentarios racistas de la familia y los delirios de persecusiĆ³n del abuelo, emerge tĆ­midamente la idiosincrasia de una comunidad al parecer aislada del resto pero permeable a las transformaciones sociopolĆ­ticas.

En sus excesos jocosos, Excess Will Save Us es tambiĆ©n una pelĆ­cula dentro de otra, una pelĆ­cula en dos partes y de carĆ”cter tan volĆ”til que pasa del duelo a la burla sin inconveniente alguno. El cortometraje del mismo nombre, al parecer con escasas modificaciones, forma parte de los minutos iniciales de la pelĆ­cula. Pero tras el estreno del cortometraje, Dziurla-Petit acompaƱa lo que ocurre despuĆ©s con sus protagonistas, desde enfrentarse a la pelĆ­cula y verse a sĆ­ mismo, a la fantasĆ­a de su padre de abandonar la villa y vivir como un actor famoso en la gran ciudad. En contrapartida a una obra acabada, aquĆ­ la historia es un retrato en construcciĆ³n, un ensayo que se permite coquetear con el ocio y la locura, y tambiĆ©n con la desilusiĆ³n. Los deseos de abandonar Villereau se tamizan en el cotidiano, pero al mismo tiempo, entre el cariƱo y la vergĆ¼enza, late un fuerte sentido de pertenencia familiar, como si en aquellos personajes ficticios se quisiera huir para estar cerca, o, por el contrario quedarse para sentirse ajeno. Un pueblo, una casa, una familia, son los escenarios de relatos Ć©picos donde la belleza reside en la magia mimĆ©tica de sus imĆ”genes. Lo Ć­ntimo en lo social, y lo social hecho Ć­ntimo, estas tres pelĆ­culas de lugares tan distantes entre sĆ­ evidencian el encanto del ahora, caĆ³tico y confuso, pero propio y a la vez social. PelĆ­culas hechas con lo mĆ”s mĆ­nimo, que desafĆ­an a la mortalidad y que aprehenden un pasado, con personajes que existen mĆ”s allĆ” de los crĆ©ditos finales, pelĆ­culas donde la experiencia de uno resguarda la esperanza y la desilusiĆ³n, pelĆ­culas que cargan con su propio peso y cariƱo mientras buscan sobrevivir en este mundo regido por la incertidumbre del maƱana: el cine de un mundo absurdo y paranoico. Para leer el artĆ­culo original publicado en http://www.elespectadorimaginario.com/ haga clic aquĆ­.

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