por Andrés Múnera en jueves, octubre 27, 2022
Sobre Malintzin 17´, de Mara y Eugenio Polgovsky
Malintzin 17’ hace parte de “Constelaciones afectivas”, uno de los seis programas de la edición 24 de la Muestra Internacional Documental de Bogotá-Midbo, que tiene lugar entre el 25 y el 30 de octubre.
Hacer hablar a un espectro.
Velar junto a un condenado a muerte, escuchar sus rezos; dormirse lentamente mientras la plegaria del próximo a morir se funde con el viento.
En su Ensayo sobre la espera, Andrea Köhler cita las observaciones filosófico-literarias de Harald Weinrich acerca del tiempo escaso de las enseñanzas de Jésus de Nazareth, formulando sus breves parábolas como economías de ahorros temporales. Köhler traza estas economías del habla como periodos para alargar la gracia a pesar de la consciencia finita de nuestra existencia. Los tiempos escasos operan como reservorios que alojan la tensión entre la huella y la desaparición.
El plano cinematográfico como el reservorio de un tiempo escaso. La oclusión de una mirada con lo observado, con lo que nos hiere, con lo potencialmente oculto, con lo paradójico de mirar en torno a un constante morir.
“Ser nada y todo en la espuma de lo inmediato”, nos advierte Cioran.
Para hablar de Malintzin 17’, de Mara y Eugenio Polgovsky, debo fabular relatos en los agónicos respiros del día como una Sherezade. Posponer la ejecución del punto final, abigarrar los tiempos de la espera con el tartamudeo del ensueño y la imaginación. Sólo en la deriva mi lengua encuentra asidero.
La hermana
Encontrar un baúl. En él las sombras frondosas de un desaparecido en forma de planos cinematográficos. ¿Qué fue lo último que filmó la presencia que ahora sutura mi olvido?
Planos… planos… planos desde una ventana.
Un fantasma apoyando una cámara digital sobre el alféizar.
La hermana confronta espacios urbanos, transeúntes, automóviles, aviones de guerra, rumores de lluvia y una paloma.
La contemplación de la construcción de un nido se supedita a la frágil consistencia de lo formal de un relato. Como si el fantasma construyera la película paso a paso, poco a poco mientras suavemente se desliza en la oscuridad.
Buscarte en las imágenes es abrir una zanja sin fondo. Tal vez esta película sea el sonidillo de una piedra suspendida en un pozo esperando a tocar el suelo.
La niña
El fantasma le pregunta a la niña mientras observan la tórtola sobre su nido:
¿Qué es filmar para ti?
Para mí filmar …. Es copiar algo
¿Es acaso esta tórtola real por hacer su nido sobre un cable y no sobre una rama?
El fantasma sigue filmando a la tórtola. La niña va por un recipiente con agua. ¿Por qué siento un nudo en el estómago ahora que me han dejado solo con la tórtola y el nido? Fade a negro La tórtola Observo lo que hacen Medito lo que quieren de mí La impresión de mi figura en un papiro mágico Mi nido es el brochazo borroso de un color que desconozco Este eterno apuntarme a través de las horas me perturba Permanezco para ser encontrada Soy la nube que interroga el propio deseo Acaso en mí ves tu espectro fugaz … el pájaro encerrado en la jaula, la cara y el sello del mismo taumatropo…girando…espejeando… por los dedos del tiempo. Estoy aquí tendida y pesa vertical el frío de tu mirada menguante. A mediados de 2017 moría inesperadamente en Londres el documentalista mexicano Eugenio Polgovsky a la edad de cuarenta años. Años después, su hermana y colega Mara Polgovsky encuentra en un baúl dos discos duros con lo último que filmaría su hermano. Las imágenes corresponden en su mayoría a su hija Milena y a una tórtola que se posó cerca a la ventana de su casa en Coyoacán. Estas imágenes inéditas de Polgovsky desde su ventana son misteriosas pero a la vez claras. Operan como presagio de una forma de filmar el encierro pero en Malintzin 17’ no hay claustrofobia, el cineasta anclado en su atalaya filma el mundo, señala un horizonte aún sin trazar. El cineasta de Los herederos edifica una película-casa sin límites filmada desde una ventana. ¿Acaso los cineastas no son ventanas abiertas que deambulan por la tierra? Polgovsky ha filmado por última vez un nido abandonado, un nido sin huevos, un nido sin volúmenes de cuerpos habitados. Las últimas imágenes que filman los cineastas parecen ser tocadas por una especie de gracia fulminante y reveladora que se nos escapa, la misma gracia con la que Jesús en el huerto de Getsemaní observa a sus discípulos dormir antes de su inevitable detención. Las imágenes como emisarias de la luz y también de la oscuridad. Polgovsky iba a seguir filmando en el desierto de Sonora o en San Luis de Potosí, pero su plegaria particular no le correspondió en el huerto de Getsemaní sino en su habitación en la calle Malintzin, su cuarto termina entonces operando como un sepulcro ocupado y posteriormente abandonado como el nicho de una tórtola. La cámara en esta película es un oráculo piadoso, trabaja sus propias frases a través de los balbuceos de un niño. P.D: Este escrito intenta operar a manera de homenaje a un cineasta que se acercó a la realidad con la terquedad de un niño y la precaución de un alfarero. Parafraseando a Erik Bullot, diría que la forma de este texto nace precisamente en su lenta muerte.
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